Lo primero que hay que aclarar es que este principio osteopático fue descrito y desarrollado por A.T. Still dado su gran conocimiento anatómico. Cuando se unieron a él en la universidad de Osteopatía de Kirksville algunos fisiólogos como J.M. Littlejohn, éste principio pasó a ser ”la estructura y la función están relacionadas entre sí”.
Hoy en día, muchos osteópatas recuerdan los principios osteopáticos como algo lejano, antiguo, algo que no entra en el contexto osteopático del siglo XXI. Nada más lejano de la realidad, al revés, debemos utilizar los adelantos científicos para poder dar una explicación moderna a estos principios y que sigan siendo nuestros pilares de trabajo y conocimiento.
Como estructura, el hueso es una de las más importantes del cuerpo humano y si entendemos cómo se forma y cómo se adapta a las fuerzas de tracción, compresión, torsión, comprenderemos mejor el principio de que la estructura y la función están relacionadas entre sí.
La funciones del tejido óseo son: de soporte, como sitio de inserción, función de palanca y otras funciones que no actúan sobre el movimiento pero que son de suma importancia: protección, almacén y función hematopoyética (Hall, 2016).
La composición del tejido óseo: gracias a como está formado puede realizar las funciones de sostén y movimiento. Es ligero, aguanta bien las fuerzas de compresión y tensión alta y una elasticidad nada despreciable. Además, dentro de él se movilizan sustancias a gran velocidad por ejemplo, 1\2 gramo de calcio puede entrar y salir del esqueleto diariamente. Es un tejido que siempre está cambiando, reformándose, remodelándose y reparándose. Está formado por estructura orgánica como el colágeno e inorgánicas como sales. Los minerales inorgánicos calcio y fosfato, junto con las fibras de colágeno, constituyen aproximadamente entre el 60% y el 70% del tejido óseo. El agua el 25% del peso de este tejido. El colágeno otorga al hueso elasticidad y la capacidad de poder aguantar la fuerza de tensión, mientras que los minerales le dan fuerza de compresión y rigidez (Navarro, 1985).
A nivel macroscópico se encuentran dos tipos de tejido: el hueso esponjoso que es muy poroso. Esta forma le da gran importancia ya que cuando el esqueleto es sometido a fuerzas de carga, esta parte ósea absorbe esa energía y distribuye esa tensión. Si es verdad que no es tan resistente como el hueso cortical.
El hueso cortical está formado por un conjunto de tubos huecos llamados láminas formadas por colágeno y distribuidas en distintas direcciones.
El sistema haversiano es un conjunto de láminas paralelas a la tensión a la que está sometido el hueso. Por ello, es capaz de aguantar gran cantidad de tensión. Estas fibras se direccionan tanto longitudinal, circunferencial como oblicuamente. Así podrá soportar fuerzas en diferentes direcciones. Se suelen encontrar paralelas a las inserciones de músculos, tendones y ligamentos para mejorar la fuerza de estos anclajes.
La formación del hueso es continua a lo largo de toda la vida adaptándose a los niveles de carga, inmovilidad o actividades físicas fuertes y a cualquier circunstancia a la que se vea sometido. Esta es la visión anatómica y funcional que el osteópata debe conocer para poder entender este principio y cómo el hueso se adapta a la función que realiza.
El primero en poder explicar todo esto fue el anatomista Julius Wolff (1836-1902) quién desarrolló lo que hoy se llama Ley de Wolff, la teoría del desarrollo del hueso que dice así: “todo cambio en la forma y en la función de un hueso o sólo de su función es seguido de ciertos cambios definitivos en su arquitectura interna y de alteración secundaria igualmente definida en su conformación externa de acuerdo con las leyes matemáticas”. (Matheson, 1987)
Está claro que el hueso es una estructura viva, adaptable y preparada para realizar gran cantidad de funciones y de diferente índole. Esta ley explica que el concepto de que el hueso tiene predefinida la dirección de su sistema haversiano y que por eso cada hueso puede someterse a una tensión concreta desde su formación hasta la muerte es errónea. Cada ser adapta su estructura a la función que realiza normalmente. Esto es lo importante, que pueda adaptarse correctamente en su vida diaria porque el hueso de un deportista no está sometido a las mismas fuerzas que el de una persona sedentaria. Porque cada cuerpo es diferente y hay que verlo así.
Esto se puede ver muy claro si se buscan imágenes de las facetas articulares del Atlas. Se podrá ver como las dos facetas son diferentes, esto es debido a la posición que adopta el ser humano con la cabeza para adaptarse como por ejemplo cuando predomina un ojo sobre otro, un oído o simplemente una posición de compensación.
El hueso tiene dos características que son las que hacen que todas esas cargas puedan ser absorbidas sin grandes deformaciones:
- Característica anisotrópica: significa que el comportamiento del hueso varía según la dirección en la que se aplique la carga. La unión de la parte esponjosa y cortical contribuyen a ello.
- Característica viscoelástica: significa que a fuerza y tiempo más elevado al que se someta, el hueso se hace más duro y más fuerte lo que hace que pueda absorber más energía antes de romper. (Joseph Hamill, 2017)
La respuesta elástica es el comportamiento del hueso al ser sometido repentinamente a una fuerza, cambia de longitud o de forma. Si esta fuerza se mantiene en el tiempo, la respuesta elástica falla y en el hueso aparecerán microdesgarros.
Es fácil entender cómo una estructura está preparada para realizar una función pero cuesta más entender cómo una función modifica la estructura.
Como opinión personal, creo que el osteópata debe de estudiar minuciosamente la anatomía, fisiología y la mecánica para poder dar explicación a nuestros principios y tenerlos siempre presente al aplicar una técnica, sea la que sea, en vez de desechar las cosas por antiguas creyendo que las bases en las que se sustentaron y crecieron nuestros pioneros han dejado de tener sentido por estar en el siglo XXI.
Como decía el Sr. John Wernham “la Osteopatía es un principio, no una técnica”.
Bibliografía
Hall, J. E. (2016). Tratado de fisiología médica (13ª ed.). Elselvier.
Joseph Hamill, K. M. (2017). Bases del movimiento humano.
Kapanji, A. (1988). Fisiología articular (4ª ed.). panamericana.
Navarro, A. H. (1985). biomechanical factors, prevention, and nonpharmacologic management. U.S.A.
Matheson, G. O. (1987). Fracturas por estres en atletas. Américan Journal of sport Medicine.